4 - El networkismo

Por qué la teoría del liderazgo es un mejor paradigma que la lucha de clases y la competencia perfecta.
Publicación: 2024.09.14 — Última modificación: 2024.09.15

La sociedad es grande.

A diferencia de las piedras o los animales, no la vemos con los ojos. Solo podemos captarla usando modelos.

Algunos modelos son mejores que otros porque explican mejor las cosas que sí podemos ver.

La competencia perfecta, la lucha de clases y la disputa de redes son los tres modelos paradigmáticos de cómo funcionan la economía y su historia. En los capítulos anteriores, expusimos la disputa de redes.

En este capítulo, veremos que las herramientas de modelado disponibles cuando se idearon la competencia perfecta y la lucha de clases todavía eran inadecuadas para entender la economía, y por qué la teoría del liderazgo es un mejor paradigma para comprenderla.

Es un capítulo fundamentalmente epistemológico, centrado en conceptos sobre el modelado de sistemas y su relación con los paradigmas económicos. No es indispensable para comprender las propuestas para el cambio social que se exponen en el capítulo 5.

Los paradigmas

Cuando nos hablan sobre paradigmas científicos, solemos pensar en sistemas teóricos inmensos y desarrollados. Imaginamos una comunidad científica que construye un edificio de ideas esforzada y paulatinamente. La comunidad plantea hipótesis, las corrobora experimentalmente y desarrolla teorías cada vez más sólidas.

Sin embargo, los paradigmas, propiamente dichos, son cosas más básicas y pequeñas que una edificación científica. Cuando Kuhn habló de paradigmas para referirse a las distintas construcciones científicas, usaba el término “paradigma” como una sinécdoque. Una sinécdoque es un recurso literario en que alguien se refiere a un todo usando el nombre de una parte. Por ejemplo, cuando Borges decía “las proas vinieron a fundarme la patria”, estaba usando “proa” como sinécdoque de “barco”.

En términos literales, “paradigma” significa “modelo”. Kuhn observó que las comunidades científicas no siguen una red de axiomas y teoremas lógicos a rajatabla, sino que ordenan su trabajo en torno a ejemplos simples. En los cursos introductorios enseñan ejemplos esquemáticos y básicos, y luego desarrollan las teorías científicas afinando, complejizando y corrigiendo esos esquemas básicos. Los paradigmas científicos, propiamente dichos, son los esquemas básicos y simples sobre los cuales se construye el desarrollo científico.

Hoy existen dos grandes paradigmas de pensamiento económico.

El primero es el paradigma de la competencia perfecta, que se enseña en los cursos introductorios de economía mainstream. El desarrollo normal de la economía mainstream parte del modelo de competencia perfecta y, a partir de ahí, discute sus supuestos y su aplicabilidad para después hacer las modificaciones que hagan falta para describir la economía real con creciente precisión.

El segundo es el paradigma de la lucha de clases, que se enseña en los cursos introductorios de economía marxista. El desarrollo normal de la economía marxista parte del modelo de la lucha de clases y, a partir de ahí, refina sus hipótesis y complejiza sus análisis para entender mejor la economía.

A veces, los paradigmas cambian. A medida que la ciencia avanza, se hacen paréntesis y proponen parches al paradigma para explicar observaciones nuevas. Con el tiempo, los esquemas básicos distan tanto de lo que se sabe de la realidad que construir sobre ellos se torna engorroso, porque tener en cuenta todos los parches y paréntesis se vuelve cada vez más difícil. En caso de que aparezca un nuevo esquema básico que sea fácil de entender y aproxime mejor la realidad que el esquema básico anterior, puede funcionar como un nuevo andamio de sencillez sobre el cual seguir construyendo el edificio científico.

El rol de un paradigma no es describir perfectamente un sistema. El rol de un paradigma es describir la mayor cantidad de fenómenos del modo más sencillo posible. Como la ciencia se construye refinando y complejizando paradigmas, es más fácil hacer ciencia cuando el paradigma es sencillo y se aproxima bien a la realidad, porque requiere refinar y complejizar menos. Esto facilita el aprendizaje, porque reduce la distancia entre el esquema que se ve en un curso introductorio y la vanguardia científica, y también facilita la investigación, porque ya no requiere considerar una red intrincada de reparos y pormenores. En general, la propuesta de un nuevo paradigma no se trata tanto de explicar cosas que no estaban explicadas como de resumir varias explicaciones complicadas e independientes en un mismo esquema sencillo.

El ejemplo paradigmático de qué significa cambiar de paradigma es la revolución copernicana. Cuando llegó Copérnico, no explicó más fenómenos que los que ya había explicado la ciencia preexistente, pero explicó la mayoría de lo que se sabía de manera más sencilla.

El paradigma geocéntrico afirmaba que los planetas seguían movimientos circulares alrededor de la tierra. El paradigma del cual partían se alejaba tanto de la realidad que hacía falta incorporar cientos de movimientos circulares al mismo tiempo para describir correctamente el movimiento planetario. La ciencia surgida de complejizar el paradigma geocéntrico era demasiado compleja y debía describir el movimiento de cada planeta por separado.

El paradigma copernicano afirmaba que los planetas seguían movimientos circulares alrededor del sol. El nuevo paradigma era capaz de describir a grandes rasgos el movimiento de todos los planetas considerando apenas diez movimientos circulares, en lugar de los cientos de movimientos circulares que requería la teoría anterior.

El modelo copernicano triunfó por su simplicidad. De hecho, el modelo copernicano era menos preciso para predecir el movimiento planetario que la ciencia geocéntrica preexistente. Sin embargo, al comparar solamente los esquemas básicos, el paradigma copernicano describía el movimiento planetario mucho mejor que el paradigma geocéntrico. Podía explicar de manera sencilla y unificada los fenómenos que antes se entendían de manera engorrosa y por separado. Esto lo volvía un paradigma poderoso y prometedor. Los científicos lo incorporaron como un nuevo punto de partida que facilitaría llegar más lejos, no como un punto de llegada1.

Un paradigma es una maqueta que se elige cuando el edificio que propone es más prometedor, porque un edificio siempre es más poderoso que una maqueta. Comparar paradigmas es comparar maquetas, no comparar maquetas con edificios.

En los capítulos anteriores, presentamos un modelo sencillo para explicar a grandes rasgos la historia económica. En pocas páginas, presentamos una explicación unificada de diversos fenómenos de la historia económica que antes se consideraban por separado y acudiendo a un sinfín de parches y paréntesis que dificultan el avance de la ciencia económica.

Los paradigmas nuevos aparecen cuando parece que ya está todo dicho. Recogen observaciones pertinentes y las conectan de manera sencilla. Casi todo lo que dijimos hasta ahora sobre los sistemas económicos está contemplado, en mayor o menor medida, en alguna subrama de estudio, corolario o nota al pie de las tradiciones económicas anteriores, pero no en sus paradigmas. En este capítulo, compararemos la maqueta que presentamos hasta ahora en este libro con las maquetas de la economía mainstream y la economía marxista, y mostraremos que el nuevo paradigma es más prometedor que los anteriores para construir la economía del futuro.

Los modelos

Un modelo de la realidad es como un robot para el que se establece una analogía con la realidad. Por ejemplo, se dice que la pierna del robot representa la pierna de un animal, y que el robot saltando representa al animal saltando.

Consideramos que los buenos robots necesitan pocas piezas para moverse parecido a la realidad. Esto es porque es más fácil construir, mantener y comprender un robot de pocas piezas, y porque hace falta entender bien un fenómeno para poder representarlo adecuadamente con pocas piezas.

La única diferencia es que los modelos no son robots de metal. Sus piezas son conceptos, dibujos o fórmulas matemáticas. Que sean “robots” quiere decir que además de construirlos, hace falta definir reglas de cómo se mueven.

Las piezas disponibles determinan qué robots se pueden construir.

Por ejemplo, no podremos construir articulaciones, piernas ni rodillas si no tenemos juntas o bisagras. En ese caso, siempre que queramos modelar un animal con piernas tendremos dos opciones. La primera es rendirse y no modelarlo.

La otra es modelarlo tan bien como podamos. Por ejemplo, podríamos ponerle ruedas en lugar de piernas al robot. Esto nos dará una versión equivocada, pero posiblemente útil, de cómo se mueve el animal. Seremos capaces de representar que el animal se traslada, pero no que trepa o salta. Si en un momento nos llegaran juntas o bisagras, lo correcto sería cambiar las ruedas del robot por piernas.

Es fácil ver que hace falta cambiar las ruedas por piernas en este caso, porque estamos modelando un animal que vemos con nuestros ojos. Sin embargo, no vemos la economía con los ojos. Si no pudiéramos ver el animal directamente y ya nos encariñamos con nuestro robot, correríamos el riesgo de convencernos de que el animal realmente tiene ruedas, especialmente si somos especialistas en cómo funciona un robot con ruedas.

Los modelos que formulamos dependen de las herramientas de modelado que tenemos disponibles. Podemos construir modelos incorrectos pero útiles cuando las herramientas de modelado disponibles no se adecuan al fenómeno que queremos modelar.

Dualismo, gasismo y networkismo

Cada tipo de modelo se construye con un tipo distinto de piezas, que son las herramientas formales de modelado. Asimismo, cada tipo de piezas apareció en un momento distinto de la historia2.

Las ecuaciones diferenciales fueron el primer tipo de piezas en aparecer. Newton las formuló en el siglo XVII para modelar cómo se mueven los planetas, y describen muy bien cómo un cuerpo orbita alrededor de otro. Sin embargo, las ecuaciones diferenciales no permiten describir cómo orbitan tres planetas entre sí.

Con el tiempo, las ecuaciones diferenciales demostraron ser una herramienta excelente para representar el movimiento. Fue la primera vez en la historia que se comprendió el movimiento de las cosas en la tierra y el movimiento de las cosas en el espacio bajo un mismo modelo, porque la física sublunar y la física supralunar solían ser cosas separadas.

Sin embargo, este tipo de modelos no permiten decir cómo se mueven los sistemas que tienen más de dos partes que interactúan y se adaptan entre sí. El modo técnico de decir esto es que los sistemas de ecuaciones diferenciales no lineales de tres o más variables no pueden integrarse analíticamente.

Cuando queríamos modelar un animal y no teníamos bisagras decidimos que era mejor armar un robot con ruedas que no armar ningún robot. Descubrir las ecuaciones diferenciales fue como descubrir la rueda para el modelado de sistemas. Cuando aparecieron, los científicos crearon un sinfín de modelos de dos partes para representar sistemas que en realidad eran más complejos. Por ejemplo, las ecuaciones de Lotka-Volterra permitían modelar ecosistemas como relaciones dualistas de presa-depredador.

Después de que el enfoque dualista conquistara las ciencias naturales, las intuiciones dualistas calaron en todo el pensamiento moderno. La tradición hegeliana, y luego la marxista, son expresiones económicas y sociales de un pensamiento dualista que era más profundo.

La lucha de clases es un paradigma de tipo dualista. La llamada “economía capitalista” se modela con dos clases sociales, la burguesía y el proletariado. La economía se entiende a partir de la interacción entre ambas clases sociales3.

El segundo tipo de piezas en aparecer fueron los fundamentos de la mecánica estadística, especialmente la termodinámica. Esta matemática fue creada a fines del siglo XIX para entender cómo se mueven los gases. Es muy útil para entender sistemas de prácticamente infinitas partículas que se mueven de manera independiente4, como los átomos de la sal cuando se disuelven en el agua o las partículas de un material cuando este cambia de temperatura.

Sin embargo, no describe cómo funcionan los sistemas cuyas partes pueden organizarse y formar estructuras complejas. Esto es porque cuando las partículas forman estructuras dejan de moverse de manera independiente, y los razonamientos de la termodinámica estadística parten de la premisa de que las partículas se mueven de manera independiente.

Por ejemplo, si aplicamos la termodinámica estadística para predecir cómo se moverán los átomos del cuerpo de un castor, concluiremos que los átomos se distribuirán para llenar el espacio. En otras palabras, la teoría nos diría que el castor va a evaporarse. El castor no se evapora porque sus átomos forman estructuras organizadas (el cuerpo del castor), que no se mueven de manera independiente (porque se mueven juntos, cuando el castor se mueve).

El modo técnico de decir esto es que los teoremas basados en la ley de grandes números sólo valen para sistemas de variables aleatorias independientes, y que las predicciones basadas en la esperanza estadística sólo valen para sistemas ergódicos.

La competencia perfecta es un paradigma de tipo gasista. La sociedad se modela como un conjunto de individuos perfectamente racionales que interactúan con el mercado. El efecto de las acciones de un individuo sobre otro siempre se consideran insignificantes, y la cantidad de individuos y empresas se considera prácticamente infinita. Es fácil ver que la matemática detrás de la competencia perfecta asume que la economía es un sistema de partículas independientes que no pueden organizarse ni formar estructuras complejas.

El paradigma de la competencia perfecta afirma que el poder económico tenderá a distribuirse equitativamente en la sociedad si el Estado no interviene en la economía. En otras palabras, dirá que las estructuras de poder económico tenderán a evaporarse. Al igual que el castor, las estructuras reales de poder no solo no se evaporan sino que crecen con el tiempo. En el capítulo anterior, hemos mostrado que desde el modelo de la competencia perfecta no tiene sentido agruparse en una empresa con líderes capaces de extraer ganancias.

El tercer tipo de piezas es el modelado computacional. Fue desarrollado en la segunda mitad del siglo XX para entender cómo funcionan los sistemas complejos. Sirve para entender sistemas de varias partes interdependientes que se adaptan entre sí y pueden formar estructuras complejas, como las células, los ecosistemas o los organismos.

Antes de las computadoras, no se podía tener en cuenta todas las interacciones entre múltiples partes al mismo tiempo. Modelar sistemas complejos requería hacer idealizaciones para sortear esta imposibilidad, como quien construye un robot con ruedas para representar un animal porque no cuenta con bisagras. Entonces se modelaba a la economía como si fuera un sistema de dos partes o como si fuera un gas.

Con las computadoras, se puede programar las partes de un sistema, describir cómo interactúan, y ejecutar el modelo para observar su evolución. Por primera vez, fue posible estudiar cómo se forman las redes, estructuras y organizaciones en los sistemas complejos.

La teoría del liderazgo es un paradigma de tipo networkista. La sociedad se modela como un conjunto de individuos que pueden formar redes y organizaciones e interactúan entre sí para colaborar, y se describen los mecanismos que rigen la dinámica de estas organizaciones.

Las corporaciones, las plataformas digitales, los sindicatos, los partidos políticos y los Estados forman un entramado complejo. La matemática que existía cuando se formularon la lucha de clases y la competencia perfecta no permitía modelar entramados complejos. Entonces, los únicos paradigmas que podían formalizarse, enriquecerse y edificarse eran la competencia perfecta y la lucha de clases. Con la computación, podemos formalizar, enriquecer y edificar el paradigma networkista, más fértil que los anteriores para entender la economía real.

Tanto la economía mainstream como la economía marxista han incorporado el modelado computacional e incursionado en modelos complejos con excelentes resultados. Sin embargo, estas incursiones suelen ser minoritarias y suelen trabajar sobre temas y dominios acotados. Estas incursiones son análogas a la introducción de nuevas órbitas circulares para refinar las predicciones que podían hacerse desde el paradigma geocéntrico: son la vanguardia de la ciencia, alejan la disciplina de su paradigma fundamental, y son refinamientos que sucederían más orgánicamente en un paradigma más adecuado. La economía requiere un nuevo esquema básico que sea nativamente complejo.

En las próximas secciones, rastrearemos los problemas de los paradigmas anteriores a los límites propios de sus herramientas de modelado. En otras palabras, veremos que el razonamiento dualista obstaculizó la comprensión económica del marxismo y que el razonamiento gasista obstaculizó la comprensión económica del liberalismo, para argumentar que será mejor estudiar la economía desde el paradigma networkista.

En la historia científica moderna hubo tres formas de modelar. La primera construyó modelos dualistas e inspiró a la lucha de clases. La segunda construyó modelos gasistas e inspiró a la competencia perfecta. La tercera construyó modelos capaces de entender redes e interacciones complejas, e inspiró la teoría del liderazgo. Los enfoques dualista y gasista no permiten comprender sistemas complejos adecuadamente, y la economía es un sistema complejo.

Predicciones y anomalías

Lo último que hace falta para comparar paradigmas es explicar el concepto de “anomalía”. En esta sección, vamos a explicar qué son las anomalías usando un ejemplo ilustrativo.

Supongamos que queremos modelar la trayectoria de la siguiente piedra:

En otras palabras, queremos trazar el recorrido que tomará la piedra al arrojarla. Sin embargo, tenemos la siguiente dificultad: Nuestra única herramienta de modelado es una regla que sólo nos permite trazar líneas rectas. Esto es análogo a cuando sólo se podían construir modelos dualistas y gasistas de la economía.

Si sólo podemos trazar líneas rectas, vamos a trazar la recta que acompañe la trayectoria de la piedra en el lugar que más nos interese. Por ejemplo, podríamos trazar la recta 1 que aproxima la caída de la piedra.

Diremos que esta recta es nuestro modelo fundamental o paradigma. Para la economía, esta primera recta es análoga a la lucha de clases o a la competencia perfecta.

La recta 1 explica relativamente bien la trayectoria de la piedra en la sección que prioriza explicar. Por ejemplo, la competencia perfecta explicaba bien los precios en mercados competitivos a mediados del siglo XX y la lucha de clases explicaba bien las disputas sindicales del siglo XIX.

Sin embargo, la recta 1 se aleja de la trayectoria real de la piedra en los primeros metros. Como la recta es demasiado simple para entender la trayectoria de la piedra, naturalmente no podrá entenderla toda. Por lo tanto, si usamos la recta 1 para describir qué pasa en el momento de arrojar la piedra, nos vamos a equivocar.

En epistemología, estos errores se llaman “anomalías”. Las anomalías son los errores que aparecen cuando usamos un modelo más simple que el fenómeno a modelar. Estos errores se ven más claramente en los fenómenos que el modelo simple no priorizó modelar.

Por ejemplo, en la economía, la lucha de clases afirmaba que los trabajadores de todo el mundo tenderían a volverse socialistas y luchar por la revolución. Esa predicción es muy distante de la realidad actual. Por otra parte, como lo observamos en el capítulo anterior, el modelo de la competencia perfecta afirma que el libre mercado regula la economía de manera eficiente y que no lleva intrínsecamente al aumento de la desigualdad ni al surgimiento de jerarquías.

A continuación, observaremos que frente a las anomalías, los paradigmas plantean hipótesis especiales.

Recordemos que solo tenemos una regla y que la recta 1 es la primera que dibujamos porque de todas las rectas posibles, es la que más nos interesa. Mientras sólo podemos dibujar rectas, no queremos descartarla porque es el mejor modelo que tenemos.

Aunque elijamos la recta 1 para entender lo más importante, también nos interesa entender qué pasa apenas se arroja la piedra. En este caso, podemos dibujar una segunda recta, un modelo especial que vamos a usar específicamente en la región en que la recta 1 describe peor la trayectoria de la piedra. Esta segunda recta es una hipótesis especial del modelo fundamental. Si queremos entender un fenómeno que el modelo principal no explica, debemos formular un nuevo modelo distinto que solamente usemos para explicar ese fenómeno.

Por ejemplo, la lucha de clases afirmaba que la clase obrera internacional se volvería socialista, pero en la realidad esto no sucedió. Sin embargo, la lucha de clases era el mejor modelo de los fenómenos sociales que más interesaban a los marxistas. En lugar de descartar la lucha de clases, el marxismo introdujo una serie de explicaciones especiales de por qué la clase obrera no se había vuelto socialista.

Por ejemplo, para entender la ideología de una sociedad, en lugar de usar las predicciones de la lucha de clases, se utilizó la teoría de la hegemonía de Gramsci o las observaciones de Foucault sobre el poder. En este caso, la “recta 1” afirma que cada clase social defiende sus intereses materiales. La recta 1 comprende la desigualdad estructural de la economía, pero no la ideología de la población. La “recta 2”, afirma que además de los intereses materiales, la ideología de una clase depende de la batalla cultural, los discursos que se emiten y el poder de los medios de comunicación. Para el marxismo, entender las cosas más importantes requería usar la “recta 1” pero entender la ideología de las masas requería usar la “recta 2”.

Análogamente, la economía mainstream introdujo modelos especiales para analizar los monopolios y los oligopolios, situaciones en las que el mercado no funciona de manera eficiente y genera desigualdad. Usaba la “recta 1”, para entender lo que consideraba más importante, como la relación entre la oferta y la demanda agregadas en una sociedad, y reservaba la “recta 2” para los contextos específicos del mercado en que surgían los monopolios.

Como la trayectoria de la piedra es más compleja que una recta, las dos líneas que trazamos hasta ahora son insuficientes para modelarla. En la mitad del vuelo de la piedra, su trayectoria real dista de lo que afirman las rectas 1 y 2. Aunque hayamos planteado una hipótesis especial para explicar una anomalía, seguimos teniendo anomalías.


Por ejemplo, la lucha de clases afirmaba que tras socializar los medios de producción habría igualdad económica. Sin embargo, los países que socializaron los medios de producción tuvieron jerarquías de poder pronunciadas y regímenes autoritarios. La lucha de clases y las teorías sobre la ideología de masas no son suficientes para explicar la desigualdad en los países socialistas.

Asimismo, la teoría de la competencia perfecta afirma que las personas tomamos decisiones perfectamente racionales para optimizar su bienestar. Sin embargo, las personas tenemos atención limitada y sesgos cognitivos que nos llevan a tomar decisiones irracionales. Estas observaciones se incorporaron a disciplinas como el marketing o la microeconomía, pero suelen ser ignoradas en los modelos macroeconómicos porque se oponen a su paradigma fundamental.

Para responder a la nueva anomalía observada, formulamos una segunda explicación especial. Entonces, nos proponemos usar la recta número 3 para entender qué pasa en el la mitad del vuelo de la piedra.

Por ejemplo, el marxismo formuló dos explicaciones para el autoritarismo socialista.

La primera surge de la revolución permanente de León Trotsky, que proponía sublevarse constantemente contra las burocracias que pudieran surgir después de la revolución. Esta propuesta consideraba que el autoritarismo surgía por la falta de mecanismos para la democracia directa como las asambleas obreras y la distribución de las armas.

La otra es la propuesta del hombre nuevo de Ernesto Guevara, que sugería un problema de mentalidad. Consideraba que los individuos perseguían incentivos individuales porque el capitalismo los había corrompido, y que un cambio de mentalidad lograría que todos los individuos buscaran el bien común. Después de cambiar la mentalidad, nadie buscaría trepar en las jerarquías ni requeriría jerarcas que le ordenaran trabajar.

La economía mainstream, por su parte, estudia la irracionalidad de los individuos para comprender contextos microeconómicos específicos, como la teoría del consumidor o economía conductual

A medida que se formulan hipótesis especiales, los marcos teóricos alcanzan una descripción que se acerca a describir el fenómeno modelado. Por ejemplo, alguien podría decir que la recta 1 comprende bien la trayectoria de la piedra, porque después de introducir todas las rectas especiales, el conjunto describe cómo se mueve la piedra en todo su vuelo.

Sin embargo, nosotros no estaríamos de acuerdo, porque no estamos limitados a dibujar rectas. Cuando aprendemos a dibujar parábolas, podemos entender desde un único modelo simple toda la trayectoria de la piedra. En lugar de tener que apelar a rectas distintas en contextos distintos, tenemos un único modelo que explica todo el movimiento de la piedra de manera simple y coherente. En epistemología, estos giros de modelado se llaman “revoluciones científicas”.

Con el dibujo de la parábola, podemos ver que las rectas 1, 2 y 3 no son buenas explicaciones de cómo se mueve la piedra.

Las tradiciones científicas que existen hace mucho ya cuentan con explicaciones especiales para un sinfín de anomalías. Para añadir algunos ejemplos, la lucha de clases predecía que la revolución sería en Alemania antes que en Rusia. Lenin introdujo la teoría del imperialismo como hipótesis especial para explicar por qué. Hoy, los flujos de valor en la economía digital son muy distintos a los de las fábricas del siglo XIX. Autores como Srnicek introdujeron el capitalismo de plataformas como hipótesis especial del marxismo para explicar de qué manera.

Si conocemos la parábola, diremos que la recta 1 explica mal lo que sucede en los primeros metros de la trayectoria de la piedra. Sus defensores afirmarán que estamos equivocados, porque las rectas 2 y 3 explican precisamente eso, y que nuestro comentario sólo pone en evidencia que desconocemos la rica tradición de modelado de la recta 1.

En realidad, nosotros nos referimos a que las rectas son explicaciones especiales que no capturan la dinámica fundamental de la piedra. Quizás, el mejor modo de comunicar nuestra idea es empezar mostrando la parábola. Así, mostraremos que las cosas que se entendían desde modelos y tradiciones diferentes pueden comprenderse desde un único modelo.

Es por esto que elegimos exponer el liderazgo al comienzo del libro. En las próximas secciones, observaremos que las anomalías de los paradigmas anteriores surgieron porque estaban confinados al pensamiento dualista y gasista, como quien quiere comprender la trayectoria de una piedra usando una recta.

En la economía política parece que ya está todo dicho, pero lo que hay en realidad es un grupo de rectas diferentes. Cuando parece que está todo dicho es cuando más hay por decir, porque suele ser la víspera a encontrar un modelo que subyace a la aparente diversidad. En el caso de la historia económica, el modelo sencillo es la teoría del liderazgo y la disputa de redes.

Además, una vez que comprendemos que la trayectoria es realmente una parábola es más fácil encontrar anomalías nuevas, rincones obviados por las tradiciones anteriores pero fácilmente comprensibles para el nuevo paradigma.

Un ejemplo que ya hemos reiterado en el libro es que la lucha de clases no explica el surgimiento de burocracias sindicales que capturan parte del valor adquirido por los sindicatos ni la existencia de ganancia empresarial en las empresas de servicios en que los empleados son dueños de las máquinas y los insumos que usan para trabajar. Estas anomalías explicativas son notorias desde la teoría del liderazgo, que además de modelar la historia económica de manera unificada, explica ambos fenómenos desde el propio paradigma.

También hemos visto una explicación sencilla de por qué el poder económico tiende a concentrarse. Cuando la tecnología mejora, las organizaciones pueden crecer, y menos líderes pasan a controlar más valor. La tradición marxista debatió por qué el capital se centraliza durante más de un siglo sin haber llegado a un consenso. El propio Marx sugirió que se debía a que algunas empresas quebraban durante las crisis económicas. Sin embargo, podemos observar a simple vista que siempre aparecen nuevas empresas capaces de ocupar posiciones relevantes en el mercado, por lo que el cierre de algunas empresas durante las crisis no explica por qué el capital tiende a centralizarse. Criticar las distintas hipótesis marxistas de por qué se centraliza el capital está fuera del alcance de este libro, pero suelen ser sospechosamente rebuscadas para tratarse de un fenómeno tan intrínseco al desarrollo de la economía.

Por otra parte, en un mercado de competencia perfecta la ganancia empresarial tendería a cero: si producir una zapatilla cuesta cinco monedas y yo la vendo a siete, mis competidores podrán venderla a seis y quedarse con mis clientes. La competencia por los precios impediría las ganancias extraordinarias. Desde ese paradigma, sólo aparecen las ganancias cuando alguien innova y logra bajar sus costos. Quien baje los costos de producción antes que el resto tendrá un corto margen en que podrá ofrecer precios competitivos y obtener ganancias. Sin embargo, no es cierto que las empresas sólo ganen dinero cuando reducen sus estructuras de costos. Hemos visto que la teoría del liderazgo explica la ganancia en forma sencilla y general.

Otra anomalía que observamos en el capítulo anterior es que la competencia perfecta no describe por qué una empresa invertiría dinero o recursos en perjudicar a otra, mientras que para la disputa de redes es un fenómeno esperable.

Un último beneficio de contar con un modelo unificado es la capacidad de entender qué sucede en los puntos críticos. Cuando modelamos la trayectoria de la piedra, los puntos críticos son los puntos en que se cruzan dos rectas. En los puntos críticos no queda claro qué recta usar para entender hacia dónde irá la piedra.

Las rectas tampoco explican por qué en un momento hay que usar un modelo y luego otro. La primera recta no explica por qué hay que usar otra recta después, ni cuándo, ni cómo será la nueva recta. Toda esta información debe conocerla o ignorarla la persona que investiga. En cambio, la parábola que dibujamos contiene, por sí misma, la información de cómo evolucionará en el futuro. En el ámbito de la economía, esto marca una diferencia importante entre las concepciones de la historia del marxismo y del networkismo.

La lucha de clases caracterizó distintos mecanismos que permiten la ganancia a través de la historia, dividiendo la historia en capítulos separados. Llamó “revoluciones” a los puntos críticos, y afirmó que en ellos alguna clase subalterna se sublevaría para tomar el poder e iniciar un capítulo nuevo. En el capítulo 2, mostramos que lo que parecían ser capítulos distintos con dinámicas independientes son en realidad la continuación ininterrumpida de la disputa de redes, y que los eventos que eran puntos críticos para el marxismo son en realidad partes de la misma dinámica continua que hemos denominado ecólisis.

Comprender la dinámica subyacente y continua permite comprender mejor qué sucede en las revoluciones y predecir mejor el comportamiento futuro del sistema5.

Cuando los modelos son más simples que el sistema a modelar, elegimos modelar bien las partes del sistema que más nos interesan. Las anomalías son los errores que surgen cuando usamos el modelo simple para entender otras partes del sistema más complejo. Frente a las anomalías, las tradiciones de modelado formulan hipótesis especiales, nuevos modelos que explican mejor las partes del sistema que la teoría principal no comprendía bien.

Entonces, puede aparecer un modelo nuevo que explique los fenómenos diversos de manera simple y sin caer en las viejas anomalías. Entonces suceden las revoluciones científicas.

Cuando parece que está todo dicho es cuando más hay por decir.

El modelo dualista

Marx modeló a la sociedad como un sistema de dos partes: la burguesía y la clase obrera, también llamada “proletariado”. Llamó “clases sociales” a estas dos partes. Para Marx, las clases sociales son los agentes de la historia y cada clase tiende a hacer lo que le conviene.

Las clases sociales son grupos de individuos. En los capítulos anteriores hemos observado que lo que le conviene a un grupo no siempre se alinea con lo que le conviene a sus miembros. Por ejemplo, en el capítulo 1 describimos una situación en que al grupo le convenía que todos trabajen para producir más pan pero que a cada individuo le convenía descansar.

El alineamiento de incentivos empezó a estudiarse en la segunda mitad del siglo XX con la teoría de juegos. Estudiar la alineación de incentivos requiere entender las clases como grupos de individuos en interacción compleja. Esto es imposible desde el paradigma dualista, porque implica considerar más de dos partes al mismo tiempo. El pensamiento dualista barre bajo la alfombra el problema de la alineación de incentivos automáticamente porque estudia a cada clase como un todo. No es obvio que esto traiga problemas. Por ejemplo, cuando tomamos a las personas como agentes y nos preguntamos qué le conviene hacer a cada persona, no solemos preguntarnos qué le conviene hacer a cada una de sus células. Asumimos, sin pensarlo, que las células tienden a obrar en conjunto.

Adelantándose a ese problema, la tradición dualista introdujo el concepto de “conciencia de clase”. La conciencia de clase sería todo lo que hace falta para que las clases sociales hagan lo que les conviene como clase. Tradicionalmente, requeriría que los individuos tomen conciencia de que comparten intereses con su grupo y decidan perseguir el bien común.

Marx afirmó que la conciencia de clase aparecería eventualmente, pero no estudió qué mecanismos la hacen surgir. La afirmación no era una predicción mecanística sino una generalización en el tiempo de lo que observaba a su alrededor. Lo cierto es que cuando Marx vivía la conciencia de clase tendía a aparecer. Como en el ejemplo de la sección anterior, Marx construyó el mejor modelo que podía construir “con regla”, es decir, desde el dualismo. En aquel momento, los trabajadores europeos se organizaban en sindicatos cada vez mayores. Siguiendo esa “recta”, parecía que con el tiempo los incentivos de los trabajadores tenderían a alinearse en escalas crecientes hasta constituir la conciencia de clase revolucionaria global.

Sin embargo, observar los mecanismos subyacentes muestra por qué la recta no sigue para siempre. En el siglo XIX, la economía era simple. Era difícil ascender de puesto porque había muchos empleados fabriles y pocos capataces. Entonces, el modo más fácil y directo de mejorar las propias condiciones laborales era participar de un sindicato que mejorara las condiciones laborales de toda la clase obrera. Para los trabajadores, el interés individual se alineaba con el interés colectivo.

Cuando la economía se complejizó, los incentivos se desalinearon. Emergieron jerarquías laborales, y se hizo más fácil buscar un ascenso que organizar un sindicato y pelear hasta que todos los trabajadores tuvieran mejores condiciones laborales. Entonces pasó a ser conveniente capacitarse, maximizar el presentismo y buscar trabajos calificados, y, en todo caso, que el sindicato lo formaran otros. Como lo hemos mencionado en los capítulos anteriores, la sublevación y la sindicación también tienen el problema de los polizones.

Los trabajadores dejaron de luchar por la clase obrera y perseguir la revolución porque los incentivos individuales dejaron de alinearse con los de la clase trabajadora, especialmente en los países desarrollados, de economías más complejas. La explicación es simple para nosotros, pero no para el dualismo. Lo que ve el dualismo es: a la clase trabajadora le conviene sublevarse y no se subleva. Parece un sinsentido. Para la lucha de clases, que la clase obrera internacional ya no fuera socialista era una anomalía.

El dualismo no podía dar una explicación económica, por lo que apeló a explicaciones psicológicas. Si al grupo le conviene sublevarse y no lo hace, es porque de alguna manera “está confundido” o “lo convencieron”. Las teorías de la hegemonía de Gramsci o del poder del discurso de Foucault son hipótesis especiales psicológicas. Para ellas, la clase obrera dejó de hacer la revolución porque los medios de comunicación, la educación, la publicidad y el poder lograron convencerlos de no hacerla6.

En general, las explicaciones psicológicas suelen ser el “comodín” de las teorías sociales. Por ejemplo, muchos liberales explican la desigualdad como pereza de los pobres y talento o esfuerzo de los ricos porque el pensamiento gasista impide ver las estructuras de liderazgo y la disputa de redes.

La observación que acabamos de hacer sirve para comprender otra anomalía de la lucha de clases. Para Marx, la revolución se haría en Alemania, no en Rusia. Como pensaba que la conciencia de clase emergía a medida que el capitalismo se desarrollaba, predecía que la revolución se haría en países de capitalismo más desarrollado. Esto no sucedió, y la hipótesis especial que se usó para responder a esta anomalía fue la teoría leninista del imperialismo, que planteaba que los países como Rusia sufrían la explotación imperialista además de la capitalista y que la doble explotación los hacía más propensos a hacer la revolución.

Cuando consideramos los incentivos individuales, la explicación es más simple y se sigue de la anterior. Cuando crece la jerarquía de trabajadores conviene más trepar, pero cuando no hay manera de ascender, solo se puede mejorar si mejoran todos. Terminado el siglo XX, pudimos observar que no hubo revoluciones obreras, sino que todas las revoluciones socialistas se dieron en países predominantemente campesinos. En los términos del liderazgo presentados en el capítulo 1, se dieron en regiones en que el margen de obediencia era mínimo. En otras palabras, que el beneficio de seguir participando del sistema era muy pequeño en relación al de abandonarlo.

Hemos mencionado que todas las revoluciones socialistas fueron lideradas. Por un lado, esto es porque el liderazgo previene la polizonería. Por otro lado, es porque el incentivo de transformarse en líder puede compensar el riesgo de comenzar un movimiento revolucionario, que cuando todavía no cuenta con aliados es más arriesgado y tiene menos expectativa de triunfo que cuando se constituyó en movimiento. Hemos mencionado el rol del liderazgo como incentivo para fundar redes nuevas en el capítulo 3 y volveremos a tratarlo en el capítulo 5. Lenin, en cambio, y luego varios autores de la tradición marxista, plantearon la necesidad de tener una “vanguardia revolucionaria” desde hipótesis especiales. Por ejemplo, afirmaron que la vanguardia revolucionaria cumpliría un rol de “agitación popular” para contrarrestar la influencia de la cultura dominante y convencer a las masas de levantarse, extendiendo la interpretación psicológica de por qué la clase trabajadora no era socialista.

El dualismo no sólo dificultó la interpretación de los procesos revolucionarios. También omitió el problema de la alineación de incentivos para organizar sistemas socialistas. Si la revolución sucede cuando se logró la conciencia de clase, entonces casi por definición no habría problemas de alineación de incentivos después de la misma, porque la conciencia de clase significa que cada individuo hace lo que le conviene al grupo. Para el marxismo, una vez que hay conciencia de clase y los medios de producción son de todos, sólo hace falta trabajar y repartir los frutos del trabajo. En la práctica, emergieron burocracias y jerarquías de poder en todos los países socialistas.

En los capítulos uno y dos, observamos que el liderazgo emerge precisamente para alinear los incentivos de los grupos. Además, el liderazgo sólo puede sostenerse porque los incentivos de los subordinados no están alineados: recordemos que el poder de los líderes es autosuficiente porque a ningún subordinado le conviene ser el primero en disputarlo. Así, el liderazgo sostuvo jerarquías de poder en los países socialistas a pesar de que la propiedad de los medios de producción fuera común.

También observamos que las redes menos productivas forman cápsides para no perder a su gente. Por este motivo, los países que hicieron revoluciones campesinas requirieron autoritarismo para sostener su autonomía frente a los países que ya se habían industrializado.

Ninguna de las observaciones anteriores puede hacerse desde un esquema dualista. Intentar reorganizar la economía sin considerar la alineación de incentivos deja la vía libre para que el liderazgo solucione el problema, como lo hace desde hace siglos. El dualismo no puede ver el mecanismo más fundamental de la desigualdad económica.

Frente a la anomalía de la burocratización de los regímenes socialistas, la tradición marxista propuso dos hipótesis especiales que mencionamos en la sección anterior. Una es la revolución permanente, de Trotsky, y la otra es el hombre nuevo, del Che Guevara.

La revolución permanente ve en la burocracia algo como una clase social nueva, que defiende sus propios intereses en lugar de los de toda la sociedad, reproduciendo el mismo esquema dualista al interior de lo que antes se consideraba la clase obrera. La solución para el trotskismo es que los que quedan abajo construyan su propia conciencia de clase para sublevarse contra la burocracia cada vez que esto suceda. Como es de esperarse, estas sublevaciones nunca sucedieron en los países socialistas. En cambio, las jerarquías socialistas cayeron por ecólisis ante el avance de la influencia norteamericana.

La idea del hombre nuevo insiste en el fortalecimiento de la conciencia de clase para resolver los problemas de alineación de incentivos automáticamente, sin necesidad de mecanismos de alineación de incentivos que resuelvan el problema. Ningún país socialista adquirió la conciencia del hombre nuevo a gran escala.

Hasta aquí, rastreamos las anomalías de la lucha de clases al pensamiento dualista y mostramos que el liderazgo explica de manera simple y unificada los fenómenos que la tradición marxista explicó desde hipótesis especiales.

Resta comprender por qué la tradición marxista centró su análisis de la historia en las sublevaciones, teniendo en cuenta que en la práctica las sublevaciones son excepcionales y que las revoluciones suelen darse por ecólisis.

El dualismo no ve la interacción entre las organizaciones. Sólo ve que por un lado hay líderes y por el otro hay personas lideradas. Si miramos una sola organización desde el lente dualista, lo que vemos durante una ecólisis es, por ejemplo, que primero había señores feudales, que luego los señores feudales fueron destituidos y sus siervos se liberaron, y que por último los siervos pasaron a trabajar para burgueses.

No ver la interacción entre organizaciones impide ver la ecólisis. Entonces parece que hubo una sublevación contra el antiguo régimen y que una clase subalterna tomó el poder. Sin embargo, como lo observamos en el capítulo 2, la burguesía desplazó a los señores feudales después de que los burgueses lideraran las jerarquías más poderosas y no antes.

Para el dualismo, la historia es una historia de ilustración progresiva. A medida que avanza la historia, las clases subalternas se sublevarían sucesivamente para liberarse de los lazos que los oprimen. Sin embargo, hemos observado que la relación entre libertad y autoritarismo surge de tendencias cíclicas de la disputa de redes, producto de la asimetría tecnológica entre organizaciones. Las organizaciones pequeñas implementan cápsides para sobrevivir hasta que las organizaciones grandes generan ecólisis para fagocitar a sus miembros.

Las anomalías del marxismo surgen naturalmente del modelado dualista. La teoría del liderazgo explica las anomalías del marxismo de manera simple.

El modelo gasista

En el capítulo anterior, describimos el funcionamiento del mercado. Entonces observamos que, para el modelo de la competencia perfecta, agruparse en empresas no aportaba ningún valor diferencial, y que esta afirmación parte del supuesto de que los individuos somos perfectamente racionales.

Los economistas que usan el modelo de competencia perfecta son conscientes de que los individuos no somos perfectamente racionales. Sin embargo, afirman que el modelo funciona bien y suelen justificar su idealización dando como ejemplo a los gases ideales, que también son modelos idealizados pero sumamente útiles para modelar gases.

El modelo de los gases ideales es un paradigma que crearon los físicos para entender cómo se mueven los gases del mundo real, porque el movimiento real de las partículas de un gas es muy complicado. Cada partícula de un gas se mueve más o menos en línea recta hasta que choca con otras partículas, por lo que entender hacia dónde va a ir una molécula de gas requiere saber la posición y la velocidad de las demás partículas. Sin embargo, no se mueven exactamente en línea recta. Por ejemplo, todas las partículas se atraen gravitatoriamente entre sí, y por el suelo, aunque muy poquito. Si dos partículas se acercan mucho pueden atraerse electromagnética, y si se chocan pueden “pegarse” por interacciones electroquímicas y formar nuevas moléculas.

Sin embargo, los físicos no necesitan tener en cuenta todo eso para entender algunas propiedades de un gas. Por ejemplo, para entender la relación entre la temperatura de un gas y la presión que va a ejercer sobre una válvula, no hace falta tener en cuenta la gravedad de la tierra porque su efecto es insignificante.

Entonces formularon un modelo más simple que sirve para entender las propiedades que les interesan. En su modelo, no existe la gravedad ni la atracción eléctrica entre las partículas. Solo interactúan cuando chocan, y los choques son “perfectos”: no pierden energía cinética, ni se quedan pegadas, ni interactúan de ningún otro modo más que el choque. Por ejemplo, si chocan dos partículas del mismo tamaño, la velocidad promedio seguirá siendo la misma antes y después del choque.

La primera idealización permite hacer una idealización más: ahora cada partícula de gas puede entenderse independientemente del resto. Imaginemos que pintamos una partícula de rojo y vemos su movimiento. Lo que veremos es una partícula moviéndose hacia todos lados, aparentemente al azar. Aunque en la realidad su movimiento depende del de todas las demás partículas, el sistema está tan desorganizado que podemos razonar sobre el sistema como si cada partícula fuera independiente del resto.

Entonces, los físicos ya están en condiciones de formular modelos de termodinámica estadística. Ahora pueden interpretar a cada partícula como si se moviera independientemente y al azar. Entonces razonan estadísticamente. Esto permite obtener certezas en contextos de incertidumbre. Por ejemplo, cuando alguien arroja una moneda, no sabe si caerá cara o cruz. Sin embargo, cuando arroja diez millones de monedas, puede estar seguro de que la mitad saldrá cara y la otra mitad cruz, con un margen de error insignificante. Se puede hacer el mismo tipo de razonamientos estadísticos con el movimiento de las partículas, y permite predecir con mucha certeza cómo van a comportarse algunas propiedades como la temperatura, que es cuánto se mueven las partículas en promedio, o la presión del gas, que es cuánto se chocan las partículas con las paredes de la habitación en promedio.

En general, los modelos gasistas se centran en los promedios porque los razonamientos estadísticos son buenos para eso7. Por ejemplo, muchos economistas gasistas prestan más atención al PBI per cápita que a la distribución de la riqueza, porque si la riqueza se moviera como un gas se difundiría naturalmente. La teoría del derrame sería tan inevitable como la ley de entropía, que afirma que el humo de un cigarrillo va a distribuirse uniformemente en la habitación.

La economía gasista usa técnicas matemáticas heredadas de la termodinámica estadística para entender la sociedad. Son modelos elaborados y precisos que exigen destreza matemática, y que funcionarían muy bien si la sociedad fuera un gas.

Una curiosidad es que la ley de oferta y demanda es idéntica a la ley de Boyle de los gases ideales. Sólo hace falta cambiar los nombres de algunas variables.

La ley de Boyle afirma que, fijada la temperatura, los gases que tienen mucho espacio para moverse ejercen poca presión sobre las paredes, mientras que al tener poco espacio para moverse chocan más con las paredes y entonces ejercen más presión.

La ley de Boyle suele representarse con un gráfico que relaciona el volumen y la presión de un gas para una temperatura determinada.

Para la teoría de los gases ideales, el tamaño de las partículas de gas no importa porque las moléculas son tan pequeñas que su tamaño es insignificante respecto del tamaño del recipiente. Siguiendo el mismo razonamiento, los economistas gasistas asumen que las empresas tienen un tamaño insignificante, aunque en la práctica las organizaciones lideradas sean cada vez más grandes.

Imaginemos ahora un recipiente que contiene gas a ambos lados de un divisor. El divisor puede deslizarse hacia la derecha y hacia la izquierda, pero no deja pasar las partículas de gas. Podemos razonar cómo se movería el divisor usando la ley de Boyle. Si el divisor se encuentra a la izquierda, el gas de la izquierda tendrá poco volumen, y ejercerá mucha presión hacia la derecha. En cambio, el gas de la derecha tendrá mucho volumen y por lo tanto ejercerá poca presión hacia la izquierda.

Como el divisor recibe más presión hacia la derecha que hacia la izquierda, va a deslizarse hacia la derecha. A medida que se mueva, la diferencia de presión será menor, hasta que reciba igual presión desde la derecha que desde la izquierda.

Si usamos la ley de Boyle para graficar cuánta presión recibe el divisor desde el lado derecho y desde el lado izquierdo según qué tan a la derecha está, obtendremos el siguiente gráfico.

El gráfico es idéntico al celebérrimo gráfico de las curvas de oferta y demanda de la economía gasista, sólo hace falta cambiar los nombres de las etiquetas.

Supongamos que ahora tomamos nuestro dispositivo y calentamos el gas que se encuentra del lado izquierdo. Cuando la temperatura de un gas ideal crece, la ley de Gay Lussac dice que aumentará la presión. Entonces, el divisor sufrirá más presión hacia la derecha que la que tenía antes y se moverá hacia la derecha.

Para graficar los efectos del cambio de temperatura, debemos considerar que la presión recibida desde el lado izquierdo aumentará para cualquier posición en que se encuentre el divisor. Este cambio en la presión del gas alterará la posición de equilibrio del divisor.

El gráfico es idéntico al modelo de modificación de precios de la competencia perfecta cuando crece la demanda de un producto. Podríamos hacer el mismo razonamiento para cualquier cambio en la oferta o la demanda.

Imaginemos ahora la nebulosa en la prehistoria del universo. El modelo de gases ideales diría que las partículas no se atraerán y que cada vez que chocan volverán a alejarse. Sin embargo, las partículas se atraen por su gravedad hasta formar estrellas y planetas. En un planeta, el modelo de gases ideales diría que las moléculas de vapor de agua seguirían flotando por el cielo. Sin embargo, cuando se chocan se atraen y forman gotas que se precipitan y caen hasta formar océanos. En los océanos, las moléculas se “pegan” y producen organismos. Los seres vivos sólo son posibles porque las nebulosas no son gases ideales. Si los átomos de gas no pudieran fusionarse y eventualmente agruparse para formar proteínas, no habría vida.

Si del océano sale un anfibio, luego pájaro, y vuela, la ley de gases ideales dirá que el pájaro se evaporará. Pero resulta que los átomos del pájaro no se mueven independientemente, porque están pegados. Y si pegamos diez millones de monedas, lado a lado, y las tiramos al mismo tiempo, deja de ser cierto que la mitad va a salir cruz.

[ Figura monedas ]

Cuando las partículas forman estructuras, los razonamientos estadísticos basados en la ley de grandes números se rompen. La matemática gasista no sirve en sistemas que forman estructuras emergentes. Ningún físico usaría la teoría de los gases ideales para entender cómo se mueven los pájaros.

La economía gasista no ve las estructuras de desigualdad porque asume, desde el principio, que no hay estructuras. Es una premisa fundamental del modelado. Como considera que el sistema no genera desigualdad naturalmente, cree que toda la desigualdad se debe a casos excepcionales en que algunas personas trabajaron más y mejor, y otras menos y peor, pero que siempre serían corrimientos esperables del promedio. De la misma manera, algunas moléculas van más rápido y otras van más lento, pero es muy improbable que se alejen mucho del promedio8.

Sin embargo, la desigualdad que genera el liderazgo es abismal. Si la economía fuera un gas de 100 partículas del mismo tamaño y la riqueza fuera energía, una partícula conservaría la mitad de la energía del sistema. La mitad de la presión sobre las paredes dependería de cuándo choca la partícula veloz. Además, 55 partículas tendrían menos del 1% de la energía del sistema, osea que prácticamente no haría falta tenerlas en cuenta. Para entender qué sucederá hay que entender sobre todo cómo se mueve la partícula más enérgica. El resto importaría poco.

Además, la desigualdad crece en lugar de disminuir. Si la interacción entre las partículas fuera como la de las pelotas de billar, la desigualdad de energía disminuiría. Cuando la pelota blanca va muy rápido y choca a todo el resto, la blanca se frena y las demás se aceleran. En los gases ideales, existe el “derrame” de la riqueza. La economía real implicaría que algunas partículas consiguen cada vez más energía como pelotas de nieve que no paran de crecer.

Las idealizaciones de la economía de competencia perfecta son análogas a las de los gases ideales. Los supuestos de los individuos racionales y la información perfecta son análogos a los supuestos de las colisiones perfectamente inelásticas y el tamaño equivalente entre las partículas de gases ideales. En ambos casos, las idealizaciones sólo sirven si se modelan gases en que las partículas no interactúan ni se agrupan entre sí. En la economía, así como en los sistemas biológicos, las personas se agrupan en empresas, precisamente porque los supuestos gasistas son incorrectos. Entender las dinámicas de poder y desigualdad en la economía actual requiere dejar de modelarla como un gas, y pasar a modelarla como un sistema complejo.

Vimos que para el modelo de competencia perfecta la imagen del mercado es como la de un gas o un fluido en que todos los actores son partículas insignificantes. Cuando las empresas son muy pequeñas, la economía se parece al modelo de competencia perfecta.

A medida que avanza la disputa de redes, las organizaciones crecen y dejan de ser insignificantes.

Entonces, el mercado ya no puede entenderse como un gas. Entender la dinámica del sistema requiere entender a las organizaciones, y en particular, a la disputa de redes.

Entender cómo se mueven los gases es útil pero insuficiente. Hoy en día, la disputa de redes y el tamaño de las organizaciones creció tanto que el primer modelo que deberíamos aprender para entender la economía es el liderazgo.

El gasismo no permite entender las grandes tendencias del poder económico. En la disputa de redes, usar energía para perjudicar a los competidores tiene sentido.

Por ejemplo, cuando Meta abrió sus modelos de redes neuronales para que los use cualquiera, no mejoró su rentabilidad. Pero redujo la ventaja de su competidor OpenAI en la disputa de redes, que se encontraba en camino a monopolizar la inteligencia artificial. Cuando un fondo de inversión usa sus recursos para entorpecer la actividad de otros fondos de inversión, evita que controlen cada vez más capital y eventualmente los desplacen.

El modelo de equilibrio entre oferta y demanda todavía permite entender algunos efectos de decisiones económicas y algunos cambios de precios en sectores específicos. A medida que las organizaciones sigan creciendo hasta cristalizar el sistema, se volverá completamente inútil.

El modelo de la competencia perfecta es gasista. Las idealizaciones de los individuos racionales y la información perfecta son análogas a las de los gases ideales. La teoría del derrame y de la autorregulación del mercado se siguen directamente de los razonamientos gasistas. Los razonamientos gasistas sólo funcionan bien al razonar sobre sistemas que no tienen ni pueden formar estructuras emergentes. La economía no es un sistema de ese tipo.

Resumen del capítulo

Cuando modelamos un sistema, dependemos de las herramientas de modelado que tenemos disponibles.

Es útil armar modelos imperfectos cuando no contamos con las herramientas adecuadas para modelar un sistema. Sin embargo, cuando esas herramientas aparecen, lo adecuado es construir nuevos modelos.

Hay tres maneras de modelar. El dualista, surgido con la mecánica de newton, el gasista, surgido con la termodinámica estadística, y el networkista, surgido con la computación.

Los errores de modelado de los modelos inadecuados se llaman anomalías. En general, las teorías usan modelos distintos para explicar las anomalías de su modelo principal.

La lucha de clases es un modelo dualista, y la competencia perfecta es un modelo gasista. Ambos son inadecuados para entender a la economía, que es un sistema complejo. Por ello, tienen anomalías y usan modelos especiales para entender qué pasa en contextos y dominios específicos.

La teoría del liderazgo es un modelo networkista que explica de manera simple muchos fenómenos que eran anomalías para los paradigmas anteriores.

Tipo de modelo Ontología Paradigma de modelado   Expresión en economía política   Anomalías
Dualista Interacciones lineales o de dos partes. Ecuaciones diferenciales (dos planetas) sXVII Materialismo dialéctico. sXIX Autoritarismo socialista, merma de la conciencia de clase, revoluciones lideradas y campesinas.
Gasista Infinitas partes, independientes9. Mecánica estadística (gas ideal) sXIX Modelo liberal o neoclásico. sXX Surgimiento de empresas, desigualdad sistémica,
Networkista Varias partes, interdependientes. Modelado computacional (múltiples agentes) sXX Modelo networkista sXXI Ver ejercicio 2.

Ejercicios

1 - El auge de la computación permite explorar, complejizar y corregir el paradigma networkista para desarrollarlo como ciencia. Si quisieras empezar a hacerlo, ¿Cómo desarrollarías la economía networkista?

¿Qué modelos computacionales construirías? ¿Qué modelarías primero? ¿Qué datos empíricos buscarías aproximar? ¿Qué bases de datos o fuentes de información usarías para calibrar los modelos? ¿Cómo evaluarías la validez de los modelos?

2 - ¿Qué anomalías podés encontrar en el paradigma networkista? ¿Son más o menos incómodas que las anomalías de los paradigmas neoclásico y marxista? ¿Cómo refinarías el esquema básico para explicar mejor los fenómenos anómalos?

3 - Hemos enumerado, mal y pronto, una serie de críticas a las hipótesis especiales de los paradigmas dualista y gasista. ¿Podés escribirlas bien y en mayor detalle?

4 - Usando la teoría del liderazgo, ¿Podrías explicar por qué es difícil que se adopte el paradigma networkista a gran escala? ¿Cómo describirías un cambio de paradigma científico desde la teoría del liderazgo?

Notas y referencias

  1. La sencillez en las explicaciones siempre fue valorada epistemológicamente. Por ejemplo, el principio de Navaja de Ockham propone que, entre dos teorías con el mismo poder explicativo, debe escogerse la más sencilla. Los cambios de paradigma dan un paso más: si una teoría alternativa pierde poca explicatividad pero gana mucha sencillez, también es preferible. En términos de modelado de sistemas, los cambios de paradigma recuerdan a la selección de modelos sencillos que eviten el overfitting o sobreajuste del modelo. La situación no es idéntica porque los paradigmas son esquemas básicos que los científicos esperan complejizar en el futuro, pero pensar un cambio de paradigma como un buen des-sobreajuste de los modelos preexistentes es una metáfora útil para evaluarlo. 

  2. La clasificación en tres tipos de sistemas fue presentada por primera vez en un artículo de Warren Weaver, publicado en 1948 y titulado “Science and Complexity”. Los llamó “sistemas simples”, “sistemas de complejidad desorganizada” y “sistemas de complejidad organizada” respectivamente, en el orden en que fueron presentados en este capítulo. 

  3. El dualismo marxista es el esquema básico. La tradición marxista se encargó de complejizar y enriquecer su comprensión de la realidad más allá de ese esquema. En este capítulo estaremos hablando estrictamente del paradigma marxista y evaluando al marxismo como paradigma. 

  4. La independencia es estadística, no física. Los movimientos de las partículas son físicamente interdependientes porque las partículas cambian de dirección cuando colisionan. Sin embargo, las colisiones son tantas y están tan desorganizadas que el movimiento de cada una de ellas se modela como un camino aleatorio independiente. 

  5. También hay un punto crítico en el paso de los mercados de competencia perfecta a los mercados oligopólicos. Los supuestos de la competencia perfecta no explican por qué, ni cómo, un mercado perfecto se transforma en un mercado oligopólico. 

  6. La explicación psicológica es implausible por cómo funciona la disonancia cognitiva. Cuando las personas creemos que debemos hacer A, pero nos conviene hacer B, lo más probable es que hagamos B y después cambiemos nuestras creencias para acompañar lo que hacemos, y no al revés. Los incentivos son más importantes que nuestras creencias previas para determinar nuestras acciones. Más aún, pesa más sobre nuestras creencias presentes lo que nos conviene hacer que lo que creíamos en el pasado. 

  7. Acá relacionar la ley de grandes números, la esperanza estadística, los promedios, etc. 

  8. Hablar de distribución normal y distribución Maxwell-Boltzmann? 

  9. Técnicamente, se asume que incluso si el comportamiento de las partes fuera interdependiente, los sistemas son tan “desorganizados” que se puede modelar el movimiento de cada una de manera independiente. A continuación, veremos de qué se trata esta propuesta. 


Comentarios

Te invitamos a comentar y debatir de manera respetuosa. Por favor, mantén un tono civilizado y enfocado en los puntos del texto. Los comentarios ofensivos, insultos o descalificaciones no serán tolerados. Nuestro objetivo es fomentar una discusión constructiva que enriquezca la comprensión del contenido. Gracias por tu participación.